domingo, 7 de agosto de 2011

Y cae la mano inerte sobre el piso, acompañada por el cuerpo sin fuerza de moverse. Intentaba alcanzarla, tocarla, sentirla. Pero tal como llegó desapareció, sin decir nada, sin mostrarse a nadie, sin pena ni gloria, sin admiración ni desprecio.
Y la fuerza para intentar alcanzarla se desvaneció, así sin más. La cima no sería conquistada de esta manera, pues la fuerza que tenía no era suficiente para subir, para luchar, para avanzar.

Pero una nota, una canción, la letra, el ritmo devuelve el alma al cuerpo. Busca esa armonía, esa nota que hará que el alma se eleve. Intentó levantarse y encontró que la música no fue suficiente... Comienza la caída libre, el fin.

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