Dos kilómetros más...
No faltaba mucho para llegar, estaba impaciente de sentir las montañas a mi alrededor, puesto que el recuerdo de aquella persona me estaba atormentando demasiado. Casi me encontraba en el infierno de solo pensar en lo que había hecho, aquellos labios suaves sobre mi cuello, luego sobre mi mejilla y a poco andar rozaron mis labios.
Nuevamente la tentación de cerrar los ojos para recordar aquellas caricias fue enorme y tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para mantener la concentración en el camino y no salirme del carril. Me concentré en pensar en la grandeza de las montañas, mi pequeñez a su lado y la sensación de ser la única en disfrutar esa soledad.
Por fin vislumbré la última curva del camino para llegar al pequeño pueblo donde me esperaba una habitación de un hostal de una amable señora con la que hablaba siempre que necesitaba un lugar donde refugiarme. Una sensación de escalofríos mezclada con emoción se apoderó de mi, alejando los pensamientos de la persona que me había traído hasta ese lugar.
Justamente lo que necesitaba en ese momento.
Conduje por las calles del pueblo prácticamente de memoria, primero por la calle principal hasta la plaza de armas, luego a la derecha por unos metros y finalmente a la izquierda. Ahí estaba la casa de estilo antiguo que hospedaría mis pensamientos por algunos días. Aparqué el automóvil en frente a la casa y bajé para registrarme. Al entrar, encontré a la dueña del hostal sentada frente a un pequeño mostrador de madera tallada. Me miró y me saludó cálidamente.
Pocos minutos después, me encontré a solas en mi habitación. La misma de siempre. Desempaqué mi ropa en el closet y me recosté en la cama para descansar del largo viaje... al fin me encontraba en mi refugio.
Bueno, esta es la segunda entrega de Escapar. Creo que no es muy bueno, pero es algo que salió de mi corazón.
Espero les guste.
Saludos.
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